“Trabajo, trabajadores, clase y género: la empresa red y la nueva división social del trabajo
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La cuestión crucial ha sido siempre el modo en que este trabajo se organiza y se compensa. La división del trabajo era, y todavía es, una medida de lo que se valora y lo que no en la contribución laboral. Este juicio de valor organiza el proceso producción. También define los criterios según los cuales se reparte el producto, lo que determina el consumo diferencial y la estratificación social. La división fundamental en la sociedad red, aunque no la única, es entre trabajadores autoprogramables y trabajadores genéricos. Los trabajadores autoprogramables tienen la capacidad autónoma para centrarse en la meta que se les ha asignado en el proceso de producción, encontrar la información relevante, recombinarla en forma de conocimiento utilizando el conocimiento acumulado y aplicarla en las tareas necesarias para lograr el objetivo del proceso. Cuanto más complejos son nuestros sistemas de información y más interconexiones tienen con las bases de datos y as fuentes de información, más necesitan los trabajadores utilizar esta capacidad de búsqueda y recombinación de información. Esto requiere una educación adecuada, no en términos de habilidades, sino de capacidad creativa y recursos para evolucionar con los cambios organizativos y tecnológicos y con los nuevos conocimientos. Por el contrario, las tareas que apenas se valoran pero que siguen siendo necesarias se asignan a los trabajadores genéricos, que van siendo reemplazados por máquinas o trasladados a centros de producción de bajo coste dependiendo de un análisis dinámico de coste-beneficio. La inmensa mayoría de los trabajadores del planeta y la mayoría en los países avanzados siguen constituyendo mano de obra genérica. Son desechables, excepto si ejercen su derecho a existir como seres humanos y ciudadanos mediante la acción colectiva. Sin embargo, en términos de creación de valor (en el campo de las finanzas, la fabricación, la investigación, los deportes, las acciones militares o el capital político), lo que cuenta para cualquier organización que controle los recursos es el trabajador autoprogramable.
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En este sistema, el principal problema para los trabajadores, además de la explotación en el sentido tradicional, es la segmentación en tres categorías: aquellos que son fuente de innovación y valor, los que se limitan a obedecer instrucciones y aquellos que, desde la perspectiva de los programas de obtención de beneficios del capitalismo global, son estructuralmente irrelevantes, bien como trabajadores (sin formación suficiente, habitantes de zonas sin la infraestructura ni el entorno institucional adecuados para la producción global), bien como consumidores (demasiado pobres para formar parte del mercado). bien ambos. La preocupación principal de una gran parte de la población mundial es evitar la irrelevancia y establecer una relación significativa, como la que solemos llamar explotación. Porque la explotación tiene sentido para el explotado. El mayor riesgo lo corren aquellos que se vuelven invisibles a los programas que controlan las redes globales de producción, distribución y valoración.
” Pág. 57-58, 61