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Más de 750 personas interpusieron una demanda contra la Corporación Johns Hopkins Hospital System por su participación en una serie de experimentos médicos realizados en Guatemala en las décadas de 1940 y 1950 en los que los sujetos fueron intencionalmente infectados con enfermedades venéreas sin su consentimiento.

Infectaron a prostitutas con gonorrea y sífilis, y les permitieron tener relaciones sexuales con soldados y reos para propagar la enfermedad La demanda entablada en Baltimore exige 1,000 millones de dólares como indemnización para individuos, esposas e hijos de personas infectadas con sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual durante un programa del gobierno estadounidense llevado a cabo entre 1945 y 1956.

La demanda indica que los funcionarios de Johns Hopkins tuvieron «influencia considerable» sobre los estudios al controlar algunos comités que asesoraron al gobierno sobre cómo aplicar el dinero para la investigación.

La demanda agrega que Hopkins y la Fundación Rockefeller, que también es mencionada como acusado, «no limitaron su involucramiento al diseño, planeación, financiamiento y autorización de los experimentos; sino que ejercieron control, supervisaron, apoyaron, alentaron, participaron y dirigieron el curso de los experimentos».

La querella, que incluye a 774 demandantes, afirma que los experimentos fueron realizados en el extranjero para «dar a los investigadores la oportunidad de probar métodos adicionales de infección de humanos con varias enfermedades venéreas lejos del escrutinio público».

Según el Departamento de Salud y Servicios Sociales de Estados Unidos, los investigadores infectaron inicialmente a trabajadoras sexuales guatemaltecas con gonorrea y sífilis, y luego les permitieron tener relaciones sexuales con soldados y reos con la intención de propagar la enfermedad.

La demanda alega que huérfanos, niños y enfermos mentales también fueron infectados intencionalmente sin su consentimiento, y que a algunos individuos se les negó tratamiento.

vía Demandan a una corporación de EU por experimentos con enfermedades venéreas – 20minutos.com.

«los discursos disciplinarios están respaldados por el uso potencial de la violencia, y la violencia del estado se racionaliza, interioriza y en última instancia se legitima mediante discursos que enmarcan/conforman la acción humana. Efectivamente , las instituciones y parainstituciones estatales (instituciones religiosas, universidades, élites intelectuales y hasta cierto punto los medios de comunicación) son las principales fuentes de estos discursos. Para desafiar las relaciones de poder existentes se necesitan discursos alternativos que puedan vencer la capacidad discursiva disciplinaria del estado como paso necesario para neutralizar su uso de la violencia. Por tanto, aunque las relaciones de poder están distribuidas por la estructura social, el estado, desde una perspectiva histórica, sigue siendo un elemento estratégico para el ejercicio del poder por diferentes medios. Pero el propio estado depende de diversas fuentes de poder. Geoff Mulgan ha teorizado sobre la capacidad del estado para asumir y ejercer el poder mediante la articulación de tres fuentes de poder: violencia, dinero y confianza:

Estas tres fuentes de poder sustenta el poder político, el poder soberano para imponer leyes, dar órdenes y mantener unidos un pueblo y un territorio... El estado concentra fuerza mdiante sus ejércitos, concentr recursos mediante el tesoro público y concentr poder para modelar las mentes, en los últimos tiempos los sistemas de educación y comunicación que son los aglutinantes de los modernos estado-nación… De las tres fuentes de poder, la más importante para la soberanía es el poder sobre las ideas que dan lugarv a la confianza. La violencia solo puede usarse de forma negativa; el dinero solo puede usarse de dos formas: dándolo o quit´ndolo. Pero el conocimiento y las ideas pueden ntrsnformar las cosas, mover montañas y hacer que elpoder efímero parezca permanenente.» Pág. 40-41

«La confianza puede ampliarse más allá del círculo familiar si las pautas institucionales pueden garantizar un nivel razonable de fiabilidad entre sus participantes, tanto conocidos como desconocidos. Aunque la naturaleza de las instituciones más antiguas estaba determinada por un trasfondo de apegos sociales a los miembros de la propia familia, también estaba influida por una variedad de factores: la naturaleza de los problemas que se debían resolver, la disposición a castigar a los infractores, las idiosincrasias de los miembros en cuestión, así como el modo de hacer las cosas en ese momento de la historia.  Así pues, los sistemas cooperativos que iban más allá del reducido grupo de familiares, dependían, en gran medida, de la cultura: de las ciencias, las actitudes y los hábitos adquiridos que son adoptados de una manera general en una comunidad, así como de los patrones institucionales existentes para reducir el riesgo en la cooperación con desconocidos.

Una institución religiosa compartida puede ser, tal y como Josep Henrich y su equipo han observado, un modo de ampliar fronteras de la confianza hasta llegar a hacer posible que se interactue con desconocidos. Este efecto se debe probablemente al hecho de que la conducta es más predictible cuando se sabe que se comparten las mismas convenciones.

Cuando las instituciones establecidas se vuelven poco fiables o corruptas, se retira la confianza, a la vez que crece el recelo entre desconocidos, familiares e incluso miembros de una misma familia. En tiempos más recientes, encontramos un impactante y trágico ejemplo de esa pérdida de confianza en las instituciones de la antigua Unión Soviética bajo el régimen de Stalin y sus gobiernos posteriores.»