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Daniel Feierstein es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como profesor titular de la cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y como director del Centro de Estudios sobre Genocidio y de la Maestría en Diversidad Cultural, ambos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es experto independiente por las Naciones Unidas para la elaboración de las Bases de un Plan Nacional de Derechos Humanos argentino.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿Cometió el franquismo un genocidio en España?

Sin duda. En los dos sentidos: en el sociológico y en el jurídico. En el sociológico, el eje del genocidio es la destrucción de la identidad de un pueblo y creo que está muy claro que en el caso español se buscó destruir la identidad del pueblo español. Y en el sentido jurídico del término también se puede decir que existió un genocidio porque la Convención sobre Genocidio de la ONU incluye la intención de la destrucción parcial de un grupo nacional. Y aún cuando no deja claro si el grupo nacional puede ser el mismo entre los perpetradores y las víctimas, y está abierto a interpretación, creo que en el caso español es absolutamente interpretable que el objetivo del franquismo fue destruir parcialmente el grupo nacional español. Querían transformar España a través del terror.

La Convención sobre el genocidio señala que se trata de la destrucción total o parcial de un «grupo nacional, étnico, racial o religioso». Hay quien interpreta que en España no hubo genocidio porque se trata de una lucha fratricida entre miembros de un mismo grupo nacional.

Exacto. Esa es la discusión. Pero la idea de que hay dos grupos es la idea del genocida. Todos los genocidios siempre se implementaron para transformar al propio grupo. El nazismo pretendió transformar Alemania y después transformar a Europa. Y convencer a la población de que había determinados grupos que no formaban parte del grupo nacional. Y esto fue lo que sucedió en España. Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y por eso tenían que ser expulsados, erradicados. Todos los genocidios son intentos de transformar al propio grupo.

El Gobierno español y la Justicia han dicho que en España no hubo genocidio. Y ante esta posición parece que estamos ante el eterno debate de dos posturas enfrentadas y sin una verdad. ¿Cómo explicar que sí hubo un genocidio?

El Gobierno español impide la discusión. Para decir que sí o que no hubo un genocidio hay que abrir las causas y un Tribunal tiene que analizar las evidencias, escuchar a los testigos, que pueda tomar pruebas históricas del caso y luego, analizando la Convención sobre Genocidio, dirimir si lo hubo o si no lo hubo. Cuando alguien impide la discusión no está diciendo que no hubo genocidio sino que lo que está diciendo es que no se puede discutir el asunto.

¿El genocidio es sólo el asesinato de miles de personas?

El genocidio es principalmente la matanza de miembros del grupo pero tiene cinco acciones: la matanza; el sometimiento del grupo a condiciones que provoquen su destrucción; las lesiones al grupo tanto físicas como psíquicas; impedir los nacimientos dentro del grupo; y transferir los hijos del grupo que sufre la represión al otro grupo que la aplica. En España se han dado las cinco acciones. Hay genocidios, condenados, que sólo han implementado dos o tres de estas acciones. España implementó los cinco ejes de la Convención de la ONU. Por eso, la decisión de la Audiencia Nacional contraviene toda la normativa internacional. Habría que revisarla y ponerlo a discusión con juristas internacionales.

Origen: «Parte del objetivo de la Transición fue que no se transformara el orden que levantó el genocidio franquista» | Diario Público

Si alguna vez —Dios no lo quiera— le dan una paliza unos asaltantes mientras baja de Jerusalén a Jericó, más vale que después pase por allí un samaritano poco creyente. Porque ser religioso o ateo no hace más buenas a las personas, pero sí que parece condicionar la forma de entender la generosidad y el altruismo hacia desconocidos. Y las personas menos religiosas tienen una tendencia más espontánea a ayudar al prójimo, según los últimos estudios.Los niños más altruistas eran de familias ateas o no religiosas. La religión no es una garantía para la moralidad», asegura el autorEl último trabajo ha sorprendido al mostrar que los niños y niñas criados en ambientes religiosos son menos proclives a ser generosos, que existe una correlación inversa entre el altruismo y la educación en valores identificados con la fe. Por medio de un experimento realizado con menores de entre 5 y 12 años en seis países culturalmente muy diversos (Canadá, EE UU, Jordania, Turquía, Sudáfrica y China), los investigadores encontraron que los escolares que no reciben valores religiosos en su familia son notablemente más generosos cuando se trata de compartir sus tesoros con otros niños anónimos.»Es importante destacar que los niños más altruistas vienen de familias ateas o no religiosas», destaca el líder del estudio, Jean Decety, neurocientífico y psicólogo de la Universidad de Chicago. «Espero que la gente empiece a entender que la religión no es una garantía para la moralidad, y que la religión y la moralidad son dos cosas diferentes», remata cuestionado por la importancia de este estudio.

Origen: Solidaridad: El buen samaritano es el ateo | Ciencia | EL PAÍS

Cuando José Saramago subió a recoger su Premio Nobel de Literatura en 1998habló de su abuelo, analfabeto pero sabio. Y, en su voluntad de hacer del mundo un lugar mejor, habló también de la necesidad de establecer unos deberes éticos al ser humano. Unos deberes y obligaciones que ahora han tomado forma en unacarta redactada por un grupo de trabajo de la Universidad Autónoma de México.

Estos son los principales puntos que se recogen en un primer borrador del documento – elaborado por intelectuales y académicos de distintas disciplinas – que inciden en la responsabilidad social e individual que lleva aparejada la defensa de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

  • Obligación de erradicar el hambre y no desperdiciar alimentos en ninguna parte del mundo.

«Que haya hambre en el mundo es una situación que la humanidad debe erradicar para siempre, como se erradicaron muchas enfermedades, sobre todo porque la producción de alimentos actual es suficiente para eliminar todo rastro de hambre en el mundo».

  • Obligación de erradicar el analfabetismo e impartir educación de calidad.

«La falta de educación así como los malos programas educativos son la base de los conflictos sociales y la causa de desigualdad, pobreza, mala salud y problemas ambientales».

  •  Compartir conocimiento técnico y pericia para ayudar a la salud integral.

» (…) Los medicamentos deben estar al alcance de la población, de forma gratuita o con un precio justo. El precio de los medicamentos no debe quedar sujeto a las leyes del mercado, y las instituciones gubernamentales tienen la obligación de vigilar que tengan el precio adecuado.»

  •  Conducirse con veracidad y respeto al momento de ejercer la libertad de expresión.

«Expresar con libertad las ideas propias no exime a nadie del respeto que debe a otros, ni implica que, por la expresión de una idea personal, otros se sientan ofendidos».

  • Uso eficiente de la energía y medidas tendentes al ahorro energético.

«(…) Hacer uso racional de las energías con el fin de asegurar la convivencia armónica y el desarrollo de la sociedad«.

 

Origen: Esta es la propuesta de deberes humanos, inspirada en Saramago, que todos deberíamos cumplir | Verne EL PAÍS

Una reflexión para la gente de buena fe que quiere comprender la falta de  reacción de las personas ante los desmanes de México.

El Establishment - Owen JonesLa última vez que hablamos dejó caer que había descubierto que el establishment era una panda de cabrones. ¿Podría profundizar en esa idea?

Probablemente estaba bromeando (ríe). No se trata de seres maléficos, de individuos aterradores. Mi argumentación no es que nos gobierne mala gente y que tengamos que cambiarlos por algunas buenas personas y que así todo mejorará. Mucha gente del establishment son personas generosas y amables que hacen obras de caridad.

El problema es el sistema y lo que promueve socialmente: la avaricia, el predominio del interés privado que justifica y racionaliza la concentración de riqueza y poder. Si entrevisto a una empresa que se dedica a favorecer la evasión de impuestos, por más que me cuenten todas las obras benéficas que realiza, es una mera autojustificación. La evasión de impuestos implica directamente el recorte de servicios sociales, lo cual es muchísimo más dañino que el pequeño beneficio que obtiene el público de una obra de caridad. La gente es capaz de racionalizar cualquier tipo de acción, pero no deja de ser una acción individual.

Usted describe el establishment como algo fluido, que se resignifica una y otra vez.

No es estático, eso es cierto. Como cualquier sistema, no puede ser reducido a cada una de sus partes, sino a cómo se relacionan e interactúan entre sí. Es como el cerebro humano: no se entiende si examinas una neurona, sino su interacción. Por supuesto se trata de un sistema fluido, si comparamos el establishment británico al finalizar la Segunda Guerra Mundial con el actual son muy distintos, ha cambiado mucho demográficamente. Sigue habiendo una representación muy desigual, con infrarrepresentación de mujeres, ciudadanos de clase obrera o de minorías étnicas. Aun así, es mejor de lo que era hace treinta años para las mujeres y las minorías raciales.

Pero ha cambiado cómo opera y se comporta desde la revolución neoliberal de los setenta: muta dramáticamente según las circunstancias económicas y políticas. El poder nunca es estático, para cambiarlo tenemos que entender eso.

Establece las raíces del establishment contemporáneo en la Sociedad Mont Pelerin, el grupo de economistas, historiadores y filósofos que comenzaron a reunirse después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo hace uno para no convertirse en un conspiranoico al leer que un grupo tan reducido lo cambió todo?

No se trata de una conspiración en el sentido de que no fue un hatajo de ricos metidos en una sala pensando en maneras más creativas y horribles de hacer peor la vida de los pobres. Tienen intereses económicos y mentalidades comunes, la misma ideología, y por tanto las mismas suposiciones sobre lo social. No es una conspiración sino una manera consciente e inevitable de entender el sistema y cómo opera.

Mont Pelerin no era conspiratorio, era muy abierto y transparente, se trataba de un grupo de personas ubicadas en los márgenes durante la posguerra europea, todos considerados elementos extremistas, lo cual a ellos les parecía una injusticia, claro. Decidieron organizarse y esperar su oportunidad. Establecieron las bases intelectuales de su proyecto durante décadas, con sus think tanks, y a través de unos de sus máximos ideólogos, Milton Friedman, sentaron la base ideológica: las crisis facilitan el cambio, y lo políticamente inviable se convierte en inevitable. En los setenta se les presentó una gran oportunidad económica, en lo que se conoce ya como el surgimiento del neoliberalismo. Jamás fue una conspiración sino un proyecto político abierto.

El establishment puede leerse como una precuela de Chavs cuando explica que “los dogmas liberales se establecen y tienen que ser adoctrinados a los ciudadanos”. Una vez más, los medios de comunicación juegan un papel clave.

Evidentemente, no tenemos una prensa libre, sino una dominada por un pequeño grupo de magnates que tienen todas las razones para defender un sistema del que forman parte. Los medios juegan un papel muy importante porque deciden lo que es políticamente aceptable y lo que no. Son los que etiquetan qué puede formar parte de un debate político, qué queda fuera y se considera marginal y queda diluido. Todo lo que ataque al statu quo se margina, se ataca o se demoniza. A su vez, ayudan a dirigir la frustración y la rabia de la gente, las alejan de los poderosos y las dirigen hacia los que están en lo más bajo de la escala social: pobres, inmigrantes, desempleados y empleados públicos… todos aquellos menos los empleadores que no pagan adecuadamente, los banqueros que operan de manera opaca y los evasores de impuestos.

También contribuyen a reforzar la idea de que lo que es bueno para los ricos es bueno para la sociedad, popularizando que si los ricos se hacen más ricos de alguna manera esa riqueza se filtrará al resto de la sociedad.

En el fondo, lo que tienen en común Chavs y El establishment es que los medios de comunicación juegan el mismo papel que jugaba la Iglesia medieval durante el feudalismo, ayudando a mantener el statu quo. Eso no quiere decir que la gente sea estúpida y que a los ciudadanos les laven el cerebro, pero los medios de comunicación contribuyen a crear una atmósfera en que ciertas ideas se consideran inaceptables y la rabia se dirije, por ejemplo, contra los inmigrantes. A su vez, el orden establecido se entiende como positivo por naturaleza.

vía Owen Jones: “La izquierda europea debe aprender de Podemos”.

«ADQUIRIR UNA CONCIENCIA

El aprendizaje moral de una edad temprana se organiza en torno a prototipos de conducta, y depende de un sistema de recompensas que nos hace sentir dolor emocional ante la perspectiva de ciertos episodios (por ejemplo robar), y alegría emocional ante otros episodios (por ejemplo, el rescate). Por medio del ejemplo, el niño aprende a reconocer el prototipo de la imparcialidad, la grosería, el acoso, el compartir y la ayuda. Esta comprensión también se configura a partir de los chismorreos del grupo, sus relatos y canciones. Tal como nos recuerda el filósofo Simón Blackburn:

El entorno emocional y moral en el que crecen los niños es amplio e incluye numerosas facetas, todas ellas cuidadosamente elaboradas por sus criadores, llenas de dramones, historias, sagas y habladurías con héroes y villanos, amenizadas con sonrisas y gestos de desaprobación así como abundantes señales de estimación y rechazo, asimiladas poco a poco por la práctica, la imitación, la corrección y el perfeccionamiento.

Puesto que el dolor generalizado del rechazo y la desaprobación genera repulsa, y el placer de la aprobación y el sentimiento de pertenencia resultan gratificantes, lo aprendido en materia de prácticas sociales tiene como consecuencia un intenso valor emocional. Tan arraigados están esos sentimientos sobre lo que es correcto o incorrecto que pueden llegar a adquirir la condición de un origen divino. En tal caso, dichas prácticas se considerarán objetivas y universales. Las prácticas del propio clan pueden parecer absolutas y racionales; las prácticas diferentes, en cambio, pueden parecer bárbaras e irracionales.

En conjunto, probablemente la interiorización de los baremos sociales a través del sistema de recompensas y penalizaciones sirva bastante bien a los grupos sociales humanos. Las personas arriesgaran mucho, a veces incluso su vida, para defender al grupo, o bien un principio como la abolición de la esclavitud o la idea de que existe el cielo.

Algunas actitudes arraigadas, como la hostilidad a grupos externos en forma de racismo, por ejemplo, pueden ser especialmente resistentes al cambio. En estos casos, la profunda interiorización de las prácticas sociales puede no servir bien al grupo, sino que contribuye a reforzar las inestabilidades y a incurrir en distintas clases de coste, no solo social. En los últimos tiempos, el conflicto étnico en Ruanda y en los Balcanes nos han recordado que la hostilidad hacia personas que no pertenecen a una comunidad puede estar muy arraigada y provocar efectos desastrosos.«

«EL CONOCIMIENTO SOCIAL, EL APRENDIZAJE SOCIAL Y LA TOMA DE DECISIONES SOCIALES

La vida social de los humanos, tanto si se encuentran en pueblos cazadores-recolectores, como en pequeñas localidades o en grandes ciudades, parece ser mucho más compleja que la de los babuinos o los chimpancés. Un rasgo típico de lo seres humanos es su conocimiento detallado del carácter, el temperamento, las relaciones de parentesco y la reputación de numerosos individuos. Además, los seres humanos son especialmente hábiles para ajustar la conducta según el contexto —en las bodas, los funerales, las ferias comerciales, en una catástrofe, de caza, en el trabajo, en la guerra, etcétera—. El conocimiento sobre cómo comportarse en distintos contextos se adquiere a menudo sin una instrucción explícita de las convenciones que regulan ese contesto. Aunque la motivación para adquirir conocimiento sobre prácticas sociales puede surgir de la predisposición del cerebro a pertenecer a un grupo y a rechazar la separación, lo cierto es que también se necesitan hechos y habilidades específicas.

Los seres humanos son imitadores consumados, tal vez mucho más que cualquier otro mamífero. La capacidad para imitar una habilidad aprendida por un mayor proporciona al joven humano una ventaja singular: no tiene que aprender mediante ensayo y error.

El instinto de aprender por imitación junto con la actualización de ese conocimiento con ideas nuevas es lo que genera una acumulación gradual de formas inteligentes de hacer las cosas que pueden transmitirse de una generación a la siguiente. Así se crea una cultura.«

Dicen que un cirujano es un asesino sublimado, alguien con la inclinación necesaria para tomar un instrumento afilado y acuchillar al prójimo. Nada reprochable, desde luego, si la acción tiene como propósito extirpar un tumor maligno. De igual forma, un periodista es un chismoso sublimado, alguien para quien todo secreto supone un desafío. Primero para descubrirlo, después para divulgarlo. En el alma del periodista anida el impulso soberbio y embriagador que supone saber algo que los demás ignoran y, acto seguido, disfrutar mostrando al mundo lo que sólo él sabe.

Con los políticos el tema es un poco más complejo. Es una vocación que entraña un impulso hacia el servicio público, el deseo de ser objeto de la admiración y del agradecimiento unánime, el anhelo de trascender. Por lo menos esa es la motivación que aparece en los perfiles autobiográficos. Pero a medida que los he conocido advierto que en la mayoría de ellos el verdadero motor simple y sencillamente es el apetito por el poder. Peor aún, ni siquiera cualquier tipo de poder sino aquél que incluye una fuerte dosis de transgresión.

El poder y la posibilidad de transgredir están íntimamente vinculados. Es fascinante saber que los destinos de otros dependen de la propia voluntad, pero es mucho más adictiva la sensación de estar por encima de las restricciones que afectan al resto de los mortales. No es sólo el acceso a determinados privilegios; después de todo, el dinero de los millonarios también permite gozar de muchos de esos privilegios, e incluso de otros.

vía Oficio de tinieblas | Internacional | EL PAÍS.

«En la parte delantera del cerebro yace la corteza prefrontal (CPF), una gran extensión de corteza cuya región anterior se encuentra detrás de la frente. Es la CPF, así como sus vías hacia las estructuras emocionales del cerebro, la que produce la inteligencia en la conducta social humana.

A lo largo de la evolución del cerebro de los homínidos, la CPF se agrandó, de modo que en los humanos es mucho mayor en relación con el tamaño del cuerpo que en nuestros parientes mamíferos,

Los neurocientíficos consideran que las ventajas selectivas de la CPF incluyen una mayor capacidad para predecir, tanto en el ámbito social como en el físico, unida a una mayor capacidad para capitalizar esas predicciones retrasando la gratificación y ejerciendo medidas de autocontrol.

Durante el proceso de maduración, la CPF va a la zaga del resto de zonas corticales, y en los seres humanos algunos estadios del desarrollo neural de la CPF no maduran hasta la edad adulta, un hallazgo que parece coherente con la apreciación común de que, en su conducta social y su capacidad de autocontrol, los adolescentes no son del todo maduros.«

El grupo de inmigrantes sirios justo después de llegar al puerto del Pireo (Atenas) con los tres niños / FOTO: Aitor SáezEL MEDITERRÁNEO convertido en una fosa común. Más de 900 muertos. Muertos sin historia, muertos de nadie. Desaparecidos en nuestro mar y pronto borrados de nuestras conciencias. Ocurrió ayer: un pesquero que vuelca, unos inmigrantes —es decir, personas, hombres, mujeres y niños— engullidos que se convierten en fantasmas. Pero ya sabemos que volverá a pasar mañana. Y en una semana. Y en un mes. Llevando nuestras emociones hasta la indiferencia. Repite una noticia todos los días, con las mismas palabras, con el mismo tono, por triste y afligido que sea, y lograrás que ya no se escuche. Esa historia no recibirá atención, parecerá la misma de siempre. Será la misma de siempre. “Muertos en una barcaza”. Algo relevante para los encargados de los trabajos, historia para las asociaciones, desesperación invisible.

Si ahora hablamos del tema, es porque la cifra es desmesurada»

Si ahora, justo ahora, hablamos del tema, solo es porque los muertos son 900, quizá más: una cifra desmesurada, inhumana. Si es que esta palabra aún tiene sentido. Seguimos sin saber nada de ellos, pero estamos obligados a saldar cuentas con la tragedia. Saldar cuentas: porque hablamos de números y nada más. De haberle faltado dos ceros al parte de muerte, ni siquiera habríamos sabido de él. Porque ya no es más que una cuestión de números (o de detalles dramáticos como “inmigrantes cristianos arrojados al mar por musulmanes”) lo que supone la diferencia. No para los individuos, no para las sensibilidades privadas, sino para la comunidad que deberíamos representar, que debería representarnos. Porque a la indiferencia personal, acaso comprensible, la acompaña en el plano político una algarabía de declaraciones: disputas, acusaciones en tonos violentísimos. Nadie consigue hacer lo que necesitamos más que ninguna otra cosa: hacer que se comprenda. Pocos se dedican a ello: Médicos sin fronteras, con la campaña #millonesdepasos, intenta contar lo que ocurre, evitando reducir a estas personas a su problema. Es decir, a “expatriados, inmigrantes ilegales, clandestinos”: palabras que diluyen la esencia humana para que sintamos con menos intensidad la pérdida infinita ante la tragedia. Muchos políticos, incluso en estos momentos, gritan. Salvini habla de “invasión”, cuando en realidad la mayor parte de los que llegan no se queda en Italia, sino que se dirigen a Francia, Alemania o los países del Este. El Movimiento 5 Estrellas, que en sus propuestas había planteado un debate interesante, por desgracia ha caído en la tentación de cambiar el baricentro de la cuestión, del “salvar vidas” a “la expulsión”, asumiendo como cierta esa falsa lógica de que cuanto más difícil sea entrar en Italia de forma clandestina, menos intentos de llegar a nuestras costas se producirán. No es así; no se salvan vidas endureciendo las fronteras, y no solo lo demuestra la experiencia italiana, sino también la estadounidense. Basta leer el libro Los migrantes que no importan, de Óscar Martínez, para comprender que los flujos clandestinos de personas desde México hasta Estados Unidos rara vez se pueden gestionar y son imparables.

vía No dejar a nadie en el mar | Internacional | EL PAÍS.