Archivos de la categoría ‘Bases psicológicas’

BEGOÑA PIÑA

@begonapina

MADRID.— Stanley Milgram dejó en shock al mundo entero con el experimento socio-psicológico que realizó a principios de los sesenta. “Nos faltan recursos para resistir a la autoridad”: fue una de las inimaginables y turbadoras conclusiones de una investigación que sigue siendo de las más relevantes en su campo y también de las más criticadas y polémicas. El americano Michael Almereyda recupera ahora aquella historia que conmocionó al planeta con su película Experimenter: la historia de Stanley Milgram, con la que plantea de nuevo a los espectadores una muy incómoda cuestión ética.

El juicio contra Adolf Eichman, responsable directo de los transportes de deportados a los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y, sobre todo, las crónicas que sobre aquel proceso hizo la filósofa Hannah Arendt enviada a Israel por The New Yorker, pusieron en marcha a Milgram. ¿Por qué personas civilizadas participan en actos destructivos e inhumanos? ¿por qué el genocidio fue tan sistemático y eficiente? ¿cómo es posible que los responsables vivieran en paz consigo mismos? Eran algunas de las preguntas que el psicólogo neoyorquino se hacía. Quería comprender, descifrar las claves Holocausto.

Cimentar la teoría de Hannah Arendt

Dos años después del juicio, en 1963, Hannah Arendt publicó su teoría sobre ‘la banalidad del mal’, con la que provocó una colosal controversia. Ella no describió a Eichman como a un monstruo sino como a un burócrata, un tipo que cumplía órdenes. Ello y la denuncia acerca de la cooperación de los consejos judíos con los nazis provocó que se levantara un agresivo movimiento contra la pensadora. Stanley Milgram consiguió con su experimento las pruebas suficientes de la verdad que contenía aquella teoría.

¿Por qué personas civilizadas participan en actos destructivos e inhumanos? ¿por qué el genocidio fue tan sistemático y eficiente? ¿cómo es posible que los responsables vivieran en paz consigo mismos? 

En agosto de 1961, poco antes de que terminara el juicio contra Eichman, el psicólogo inició en Yale su experimento. A los voluntarios que se presentaron se les contó que era una investigación sobre la memoria. Ellos creían, en el papel de ‘maestros’ que les había tocado, que estaban dando descargas eléctricas a un desconocido, otro voluntario al que le había caído el papel de ‘aprendiz’.

Este en realidad formaba parte del equipo, las descargas no eran reales, pero los ‘maestros’ no podían verle, aunque sí escuchaban unas grabaciones con gritos y súplicas de que parasen. Los voltios aumentaban de 15 en 15 con cada error a las preguntas, desde los 15 a los 450 voltios.

Resultados estremecedores

En realidad se trataba de un experimento sobre la obediencia, sobre la relación de las personas con la autoridad, que pretendía medir la capacidad de disposición de un individuo a obedecer órdenes autoritarias a pesar de estar éstas enfrentadas a su propia conciencia. Buscaba respuesta a la pregunta de “¿cuánto tiempo puede alguien seguir dando descargas a otra persona si se le dice que lo haga, incluso si creyera que se le pueden causar heridas graves?”. Sin olvidar que los dos sujetos eran desconocidos y que el ‘maestro’ –que recibía una descarga auténtica para que se pusiera en situación- sabía que le podría haber tocado el papel de ‘aprendiz’. Los colegas de Milgram auguraron que entre el 1 y el 3% no dejarían de dar descargas y pensaban que debían ser individuos “psicópatas o morbosos” para hacerlo.

Quería medir la disposición a obedecer órdenes autoritarias frente a su propia conciencia

Dos días antes de que se llevara a cabo la ejecución de Adolf Eicheman, se terminó el experimento con unos resultados estremecedores. El 65% de los participantes no dejó de realizar descargas, ninguno de ellos se detuvo cuando el ‘aprendiz’ dijo que tenía problemas cardíacos y prácticamente nadie fue a abrir la puerta para ver cómo se encontraba. “No podemos escapar a la naturaleza humana”, concluyó Milgram, que sentenció que todos pensábamos que teníamos que hacer lo que se nos decía, sobre todo si provenía de personas con autoridad.

Origen: “Nos faltan recursos para resistir a la autoridad” | Diario Público

Ahora que vivimos tiempos interesantes en España (siguiendo la maldición china) es bueno preguntarnos si hemos tomado las decisiones correctas y plantearnos si el sistema que seguimos para tomarlas es el más adecuado o no. Una de las lecciones que hemos aprendido es que, a pesar de las campañas, a pesar de los escándalos de corrupción, los partidos mantienen sus porcentajes de voto y, en algún caso, los aumentan. ¿Cuál es la causa de esa persistencia en nuestra decisión por unos u otros partidos?

Los estudios recientes en neurociencia confirman que estamos decididos a mantener nuestras opiniones ante los hechos que las ponen en duda, preferimos nuestros preconceptos y esto nos da satisfacción y seguridad. Ignoramos lo que nos dicen otras partes del cerebro y preferimos la seguridad cuando las decisiones son tan complejas; nuestras emociones están por encima de las razones. Y la recomendación de los expertos es reunir toda la información posible, pero tomarnos nuestro tiempo para madurarla y decidir sin hacer tanto caso a nuestra parte racional.

Origen: ¿Por qué seguimos votando a los mismos? Así es la neurociencia del voto | Ciencia | EL PAÍS

 

La universalidad de las creencias religiosas sugiere que fueron útiles para la supervivencia y favorecidas por la selección natural

 

Hay una idea sobre la religión que puede incomodar tanto a ateos como a creyentes. Su universalidad hace pensar que está inscrita en el cerebro humano gracias a la selección natural, porque cumple alguna función que ayudó a los creyentes a sobrevivir. Los humanos habríamos evolucionado para crecer con el germen de la fe en algún tipo de dios o dioses, del mismo modo que, según planteó Noam Chomsky hace décadas, los niños vienen al mundo con estructuras neuronales que les permiten aprender el idioma de sus padres. Después, el entorno es el que determina el lenguaje o la religión particular que se aprende.

Los estudios con gemelos idénticos y mellizos separados al nacer llevados a cabo por el investigador Thomas Bouchard muestran que la carga genética está relacionada con lo religiosa que es una persona. Los gemelos nacidos de un mismo óvulo tenían una forma de pensar mucho más parecida entre sí que los mellizos que nacieron a la vez pero de distintos óvulos. Uno de los hallazgos más llamativos de este tipo de estudios es que si un gemelo era criado en una familia atea y otro en una católica practicante, ambos acabarían manifestando de un modo muy similar su fe o su falta de ella. Además, Bouchard vio que la relación entre la influencia genética se incrementa respecto a la del entorno con el paso de los años, cuando la influencia de los educadores se reduce.

Desde el punto de vista individual, la religión y las supersticiones tienen una utilidad como herramientas para hacer frente a la incertidumbre de la vida diaria. Algunos estudios sugieren que la existencia de un orden supremo y la posibilidad de influir en él a través de ritos sirve para reducir el estrés que genera no saber qué sucederá en el futuro. Esto puede ayudar a entender por qué algunos de los hombres más poderosos del mundo, como el presidente francés François Mitterrand o el estadounidense Ronald Reagan, líderes de países con un poderío científico e intelectual inmenso, pero también sometidos a tremendas incertidumbres, demandaron los servicios de astrólogos y videntes para sobrellevar las dudas propias de su oficio.

Origen: ¿Por qué la gente sigue creyendo en Dios? | Ciencia | EL PAÍS

El poder más sólido y perdurable se basa en la construcción de significados en las mentes a través de mecanismos de manipulación simbólica. En la asamblea de la CUP estaban en juego los significados. La independencia por encima de todo, incluso de los principios. O los principios por delante del sueño de la independencia. Y como en una metáfora inimaginable el resultado de la asamblea fue un empate aritmético: 1515 votos a favor de investir a Artur Mas como presidente y 1515 en contra. Más difícil, imposible. Parece que los acontecimientos que vive Catalunya son insuperables, pero al final siempre se alcanzan cotas impensables.El sociólogo Manuel Castells recuerda que “la forma en que pensamos determina el destino de las instituciones, normas y valores que estructuran las sociedades. Muy pocos sistemas institucionales pueden perdurar si se basan exclusivamente en la coacción”. Por eso, añade, “la lucha de poder fundamental es la batalla por la construcción de significados en las mentes”. Sin la construcción de marcos mentales, sería inexplicable la hegemonía del Pujolismo y de Convergència en Catalunya. Vencieron en la batalla de las ideas porque lograron imponer la percepción de que no existen alternativas, lo que resultó ser una victoria ideológica tremenda, que obtuvo una aceptación y una resignación generalizada. La relación de Esquerra Republicana de Catalunya con Convergència no puede entenderse sin esta circunstancia.Manuel Castells explica que nuestras sociedades son “contradictorias y conflictivas” y en ellas está en juego “la capacidad de los actores sociales para desafiar al poder con el objetivo de reclamar la representación de sus propios valores e intereses”. Convergència es el poder. Y la CUP hasta ahora era un contrapoder. El empate deja a la CUP en el limbo, entre apuntalar el poder o la ruptura. En juego está el relato. O mejor dicho, cuál de las múltiples hegemonías logrará prevalecer en Catalunya. La asamblea de la CUP tuvo en sus manos el relato que hasta ahora se escribía desde el Palau de la Generalitat, o desde la sede de CDC. Y al final ni una cosa, ni otra. El empate.El futuro no está escrito, pero, lo más sorprendente para nuestros descendientes será que todo lo que hemos vivido estos años en Catalunya se haya hecho pasar por normal, por algo completamente racional y defendible.

Origen: La CUP y la construcción de significados mentales

Si alguna vez —Dios no lo quiera— le dan una paliza unos asaltantes mientras baja de Jerusalén a Jericó, más vale que después pase por allí un samaritano poco creyente. Porque ser religioso o ateo no hace más buenas a las personas, pero sí que parece condicionar la forma de entender la generosidad y el altruismo hacia desconocidos. Y las personas menos religiosas tienen una tendencia más espontánea a ayudar al prójimo, según los últimos estudios.Los niños más altruistas eran de familias ateas o no religiosas. La religión no es una garantía para la moralidad», asegura el autorEl último trabajo ha sorprendido al mostrar que los niños y niñas criados en ambientes religiosos son menos proclives a ser generosos, que existe una correlación inversa entre el altruismo y la educación en valores identificados con la fe. Por medio de un experimento realizado con menores de entre 5 y 12 años en seis países culturalmente muy diversos (Canadá, EE UU, Jordania, Turquía, Sudáfrica y China), los investigadores encontraron que los escolares que no reciben valores religiosos en su familia son notablemente más generosos cuando se trata de compartir sus tesoros con otros niños anónimos.»Es importante destacar que los niños más altruistas vienen de familias ateas o no religiosas», destaca el líder del estudio, Jean Decety, neurocientífico y psicólogo de la Universidad de Chicago. «Espero que la gente empiece a entender que la religión no es una garantía para la moralidad, y que la religión y la moralidad son dos cosas diferentes», remata cuestionado por la importancia de este estudio.

Origen: Solidaridad: El buen samaritano es el ateo | Ciencia | EL PAÍS

«Cuando el sistema de recompensas responde a las experiencias de dolor y satisfacción, se adquieren habilidades sociales y se establecen hábitos. Los hábitos constituyen una poderosa limitación, y representan soluciones que funcionaron lo suficientemente bien en el pasado como para instaurarse en el sistema de recompensas, aprovechando así el proceso de satisfacción de limitaciones. Los hábitos reflejan el aprendizaje social sobre lo que al grupo considera correcto o incorrecto. Los hábitos también reflejan un aprendizaje sobre el mundo físico. Al seleccionar un sendero por una pista de esquí o las palabras con las que debo responder a la pregunta de un estudiante, mis experiencias recientes y las valoraciones no conscientes de las circunstancias son límites poderosos y cruciales sobre la elección de la conducta.

Mi objetivo no es burlarme de los intentos bien intencionados de formular normas óptimas para nuestras complejas sociedad. De hecho, mi objetivo es explicar, aunque sea de forma esquemática, el modo en que los seres humanos son capaces de valorar que una ley es mala, buena, o justa, y hacerlo sin apelar a una ley aún más profunda —algo que en realidad se hace con cierta regularidad—. Tal como hemos comentado anteriormente, la evaluación se asienta en las emociones y las pasiones que son endémicas en la naturaleza humana, así como en los hábitos sociales adquiridos durante la infancia. Los procesos evaluativos sacan el mayor provecho posible de la memoria y de la capacidad para resolver problemas. La razón no crea valores, sino que se configura en torno a ellos y los lleva hacia nuevas direcciones.

Predecir cómo los demás reaccionarán es una acción prudente porque la reputación de ser amable, justo y trabajador, en contraposición a ser avaro, tramposo y vago, por ejemplo, tiene un gran impacto en la prosperidad de una persona. Acostumbrarse a ser sensible a las necesidades y los sentimientos de los demás, un hábito que tratamos de inculcar a los niños, también es una práctica moral sabia.

Así pues, la respuesta fundamental a por que los filósofos morales no han aceptado simplemente la Regla de Oro como norma incondicional de aplicación universal que sirva para guiar nuestras acciones es bastante sencilla: porque no es una norma incondicional de aplicación universal.»

Una de las figuras más cuestionadas dentro del campo electoral es, sin duda, la del obrero de derechas. “Tonto seguro”, “analfabeto funcional” o “fascista acreditado”, el obrero de derechas ha cargado siempre en su espalda con adjetivaciones muy negativas. Y aun cuando es cierto, como explica Gramsci, que a través del concepto de “nación” las clases dominantes generan en el pueblo un sentimiento de identidad en contra de un enemigo exterior, utilizando la metáfora del “destino nacional” para afianzar un proyecto “burgués”, y que, de esta forma, el obrero se derechiza exaltando “la patria”, en la actualidad, este componente no explicaría en toda su dimensión la dirección de su voto, sobre todo en un país como Estados Unidos, y en un mundo tan globalizado como el actual.

George Lakoff, lingüista cognitivo y asesor habitual de las campañas electorales del partido demócrata, trata de explicar el comportamiento electoral en su conocido ensayo “No pienses en un elefante”. Para entender a Lakoff resulta preciso simplificar el pluralismo político y reducirlo a la eterna rivalidad entre republicanos y demócratas, más allá de la cual parecen agotarse todas las ideologías del Imperio.

Lakoff parte de dos modelos de familia contrapuestos: la del padre estricto y la del padre protector. El modelo del padre estricto parte de la base de que el mundo es un lugar peligroso y siempre lo será, el mal está presente en él. Además, el mundo es competitivo. Siempre habrá ganadores y perdedores. Los niños nacen malos, siempre quieren hacer lo que les gusta, lo que no es bueno. Por tanto, hay que conseguir que sean buenos. Para ello necesitan un padre estricto que proteja a la familia, un padre que los eduque y les enseñe la diferencia entre el bien y el mal. Al padre se le debe obediencia, es una autoridad moral. Si el niño no obedece debe ser castigado, solo así logrará una disciplina interna, disciplina que necesita para prosperar en un mundo competitivo. Cuando los niños buenos se hacen mayores, o han aprendido disciplina y pueden prosperar, o no la han aprendido. A partir de ese momento, el padre ya no se entremeterá más en sus vidas.

Este modelo tiene importantes consecuencias políticas, entre las cuales voy a destacar las siguientes, siguiendo e inspirándome en Lakoff:

1) Las personas son adultas y no necesitan que el Estado se entrometa en sus asuntos.

2) Los que prosperan son aquellos que han sido disciplinados y, “sensu contrario”, los que fracasan han sido indisciplinados y merecen, por tanto, su castigo. No es bueno premiar a los malos con costosos programas sociales. Si se les premia, nunca aprenderán a ser buenos.

3) Los que son buenos y prósperos han de ser premiados por su esfuerzo con una bajada de impuestos, pues no es justo castigarles con más impuestos.

4) No es bueno que el Estado financie la educación pública, sería necesario establecer un sistema de asignaciones (el famoso cheque escolar), porque los niños inmorales e indisciplinados pueden llevar a los niños morales y disciplinados por el mal camino. Los padres, así, podrán elegir la escuela (esta idea potenciaría la marginación y la exclusión social, es obvio).

5) El matrimonio homosexual no debe aceptarse porque rompe el modelo del “padre estricto” (el discurso moral es, en realidad, un discurso político, la norma en sí no afecta al matrimonio de aquellos que se casaron por la Iglesia pero las ideas conservadoras se ven amenazadas).

vía El obrero de derechas. Motivación y sentido del voto | La Réplica.

Una reflexión para la gente de buena fe que quiere comprender la falta de  reacción de las personas ante los desmanes de México.

«aunque la resolución de problemas sociales puede, con el tiempo, culminar en reglas específicas, los baremos implícitos las anteceden de un modo más básico y surgen a partir de unos valores compartidos, es decir, de prácticas que la mayoría de personas captan sin ser aleccionados sobre ello, haciéndolo solo por imitación y observación... El grado de contacto visual que se debe establecer con un desconocido, cúando inhibir la risa, o cuándo deja de ser aceptable adular a un profesor también son conductas que se aprenden implícitamente, y pueden variar entre culturas. En cambio, las leyes que prohíben el trabajo infantil en las fábricas y minas, las que limitan el poder del monarca para recaudar impuestos o las que utilizan para costear un sistema de alcantarillado son normas explícitas, y surgen de la percepción de dolor y tristeza que se desprenden del statu quo, así como el reconocimiento colectivo de que las cosas podrían ir mejor si se modifica el modo en que se llevan a cabo.

Para las personas que están dispuestas a cambiar el estado actual de las cosas, transformar un ideal ambiguo en una ley en vigor suele requerir un gran dispendio de tiempo y energía, y a veces se incurre en un gran coste personal. No es de extrañar que las consecuencias imprevistas de una nueva legislación echen a perder las aspiraciones sinceras de quienes han deseado mejoras sociales, como ocurrió con la ley de Estados Unidos (1920-1933) que prohibía la fabricación, la importación, el transporte y la venta de bebidas alcohólicas… Con el paso del tiempo, las leyes pueden sufrir modificaciones por muchas razones, algunas de las cuales pueden servir a los intereses de un poderoso subgrupo; otras, al bienestar del grupo en su conjunto, y otras reflejarán los desvaríos psiquiátricos de un déspota manipulador.

En opinión de Aristóteles, la sabiduría social depende del desarrollo temprano de adquirir buenos hábitos, así como de la capacidad para razonar juiciosamente sobre cuestiones sociales específicas. Requiere tener habilidades complejas, incluida la habilidad para tratar de un modo efectivo con el desorden y la inestabilidad social, anticiparse a las consecuencias de un plan y predecir nuevos problemas, así como la habilidad para negociar productivamente sobre las normas explícitas y las instituciones. Las buenas instituciones, como el juicio con jurado en vez del juicio de Dios, o las instituciones que regulan nuestras divisas, tienen un fuerte impacto en el bienestar de los individuos dentro de los grupos sociales, así como en el modo en que se moldean las respuestas del individuo a los problemas sociales. Según Aristóteles, lo más importante para llevar una vida digna es desarrollar buenas instituciones para proporcionar una estructura armoniosa a la vida social de los individuos que viven en una ciudad o un estado. «

«ATRIBUIR ESTADOS MENTALES PROPIOS Y AJENOS

Los seres humanos  tienen la habilidad de atribuir objetivos, deseos, intenciones, emociones y creencias. Podemos concebir el mundo desde la perspectiva de otra persona, y podemos imaginarnos escenarios futuros.

IMITACIÓN, MIMETISMO INCONSCIENTE Y CAPACIDADES SOCIALES

el mimetismo inconsciente. Los estudios psicológicos sobre el mimetismo inconsciente en seres humanos muestran que la postura, los gestos, la inflexión de la voz y las palabras de una persona son mimetizadas inconscientemente por otra. La mayoría de personas llevan a cabo con regularidad estos actos de imitación y los integran en sus interacciones sociales normales.

la mímica inconsciente desempeña un papel significativo en procesos de afiliación y en el establecimiento de una relación cordial. Por cierto, si estás en una reunión en la que quizá no conoces a varias personas e intentas inhibir tu mimetismo, seguramente tendrás dificultades de socialización. La tendencia habitual es sonreír cuando los demás también lo hacen, reírse con los demás, levantarse, etcétera.

La actuación imitativa predice que el bebé tiene los recursos neuronales para aprender lo que necesita para sobrevivir, especialmente en el mundo social, pero también en otros ámbitos. Más concretamente, un bebé que pueda imitar tendrá un cerebro social normal. Si el resto de elementos son normales, una capacidad de aprendizaje social normal es un buen indicativo de que el niño prosperará, y por tanto merece la pena invertir en ello —hablando en términos biológicos— La imitación indica la presencia de una capacidad social, es decir, la capacidad de aprender a predecir lo que los demás harán y sentirán, la capacidad de aprender prácticas grupales y la capacidad emocional para comportarse adecuadamente… En cambio, si el bebé no consigue imitar, esa carencia indica que las cosas no irán bien para el pequeño… No gusta la imitación en contextos sociales (me río cuando te ríes, me como el filete asado cuando tú te lo comes, etcétera) porque la conducta imitativa (en su justa medida) es un poderoso indicio de competencia social que me permite predecir que eres muy parecido a mí. En definitiva, a todos nos gusta la imitación porque nos revela que tu cerebro frontal es muy parecido al mío.

sentir que alguien es de confianza suscita una emoción positiva de unión que se relaciona con la oxitocina. Nuestra imitación mutua también podría indicar que cuidamos de nuestras respectivas reputaciones de una forma normal; es decir, de un modo que favorece la armonía del grupo y la buena ciudadanía.

Sin embargo, una conducta extraña provoca ansiedad en mí porque no puedo predecir lo que harás —si serás peligroso o desagradable— puesto que una persona peligrosa o desagradable entre nosotros puede provocarnos dolor. La posibilidad de que seas una persona peligrosa hace subir mis niveles de cortisol, ya que tengo que estar en situación de alerta, un estado de mi cerebro que no me resulta agradable.

antes de aceptar a un miembro nuevo, el clan querrá asegurarse de que los recién llegados no son problemáticos a nivel cognitivo o emocional. Como filtro preliminar de la confianza, y por tanto de un cerebro social normal, el mimetismo, aunque sea inconsciente, nos sirve bastante bien.

en el campo del aprendizaje social que demuestran que la mayoría de sujetos prefieren imitar a personas de éxito, sea cual sea el ámbito de actividad en el que se refleje ese éxito.»